El premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (1927-2014), concedió una breve entrevista a la revista española Cíclope en el año 1969 (dos años después de la primera edición Cien Años de Soledad) en la que se lo indaga sobre su postura frente al fenómeno OVNI.

Si bien no se lo menciona, es válido recordar que en un par de pasajes de Cien Años de Soledad, se alude a “luces en el cielo” de color anaranjado, que los personajes de la novela asociaban al presagio de una muerte o un ciclo que terminaba.

Además, una versión involucra al escritor colombiano como protagonista de un “Contacto del Primer Tipo” cuando era un adolescente.

A continuación, trascribimos la entrevista publicada en la edición 16 de la revista Cíclope, publicada en 1969 (año en el que los norteamericanos dicen haber llegado a la Luna con la misión Apolo 11).

¿Qué opina usted sobre los ovnis?

Mi opinión sobre los ovnis es de sentido común: creo que son naves procedentes de otros planetas, pero cuyo destino no es la Tierra.

¿Cree en la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas?

Es conmovedora la soberbia de quienes afirman que nuestro planeta es el único habitado. Creo más bien que somos algo así como una aldea perdida en la provincia menos interesante del Universo, y que los discos luminosos que vemos pasar en la noche de los siglos nos miran a nosotros como nosotros miramos a las gallinas.

¿De dónde creen que proceden o quién los dirige?

Los ovnis deben esta tripulados por seres cuyo ciclo biológico es desmesuradamente más amplio y fructífero que el nuestro. No se ocupan de nosotros porque acabaron de estudiarnos hace miles de años, cuando se hicieron las ultimas exploraciones del Universo, y no sólo saben de nosotros mucho más que nosotros mismos, sino que conocen inclusive nuestro destino. En realidad, la Tierra debe ser para ellos una isla de emergencia en los azares de la navegación espacial.

¿Cree que se informa debidamente al público sobre el tema?

No creo que haya una conspiración de las grandes potencias para ocultarnos la verdad de los ovnis. Eso sería atribuirles a los dueños del mundo más inteligencia de la que tienen.

¿A qué atribuye esta persistencia de algunos científicos en negar, no ya la posibilidad de que existan naves extraterrestres, sino también el fenómeno en sí?

Lo que pasa es que la humanidad no supo merecer la sabiduría de los alquimistas, que consideraban el laboratorio como una simple cocina de la clarividencia, y ahora estamos a merced de una ciencia reaccionaria cuyo dogmatismo ramplón no admite las evidencias mientras no las tenga dentro de un frasco. Son científicos regresivos que niegan la existencia de los marcianos porque no los pueden ver, sin preguntarse siquiera si los marcianos no serán los microbios que nos hacen la guerra dentro del cuerpo. Mientras la ciencia sea experimental (y no clarividente, como lo fue la alquimia y como sólo puede serlo la poesía en nuestros tiempos) la humanidad seguirá formando parte del reino de los percebes. Seguiremos viendo con la boca abierta esos discos luminosos que ya eran familiares en las noches de la Biblia, y seguiremos negando su existencia aunque sus tripulantes se sienten a almorzar con nosotros, como ocurrió tantas veces en el pasado, porque somos los habitantes del planeta más provinciano, reaccionario y atrasado del Universo.

¿SÓLO REALISMO MÁGICO?

En la novela que “Gabo” publicó en 1967, “discos luminosos” aparecen surcando el cielo para presagiar la muerte o anunciar que algo termina.

La primera en observarlos fue el personaje de Úrsula Iguarán, una noche en que el Coronel Aureliano Buendía se disparó en el pecho después de haber firmado su rendición ante el Gobierno: “Lo han matado a traición –precisó Úrsula– y nadie le hizo la caridad de cerrarle los ojos. Al anochecer vio a través de las lágrimas los raudos y luminosos discos anaranjados que cruzaron el cielo como una exhalación, y pensó que era una señal de la muerte”.

Luego le toca el turno a Santa Sofía de la Piedad, otra noche, a pocas horas de la muerte de Úrsula: “Santa Sofía de la Piedad tuvo la certeza de que la encontraría muerta de un momento a otro, porque observaba por esos días un cierto aturdimiento de la naturaleza: que las rosas olían a quenopodio, que se le cayó una totuma de garbanzos y los granos quedaron en el suelo en un orden geométrico perfecto y en forma de estrella de mar, y que una noche vio pasar por el cielo una fila de luminosos discos anaranjados”.

ENCUENTRO EN LA PLAYA

Tiempo atrás, el investigador del fenómeno OVNI y autor de la exitosa saga “El Caballo de Troya”, J.J. Benítez (77) recordó durante una entrevista la singular versión que asocia a Gabriel García Márquez con la visualización de un OVNI en 1947, cuando el novelista colombiano tenía 19 años.

Según el relato del autor español, el joven Gabo realizaba una caminata en por las playas de Cartagena de Indias cuando vio “una enorme luz en el cielo” y luego cayó en un sueño profundo sobre la arena (N. de la R.: ¿Posible abducción?). Cuando despertó, la luz ya no estaba.

J.J. Benítez señala que la historia se la contó el actor y ufólogo uruguayo Fabio Zerpa (1928-2019), quien la escuchó del propio colombiano, durante una cena a solas, con la condición de que no fuese revelada hasta luego de su muerte. Según Benítez fue Zerpa quien, antes de morir, le contó la experiencia revelada por García Márquez.

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