Juan Ariel Posdeley habla de su pasión por construir, restaurar y reparar instrumentos de cuerda en su taller del barrio 9 de Julio.
Por Damián Mengual
“Construir una guitarra desde cero es un proceso que me encanta. Pero lo más gratificante es la reparación y restauración… no te puedo explicar la emoción del arquitecto Leo Fay cuando le devolví la guitarra que me confió: se la había regalado su padre cuanto él tenía sólo 12 años. Un instrumento que tuviste sesenta años, y que además te lo regaló tu viejo cuando eras un nene, tiene una carga emocional muy grande”, dice el misionero y campanense por adopción Juan Ariel Posdeley (48) mientras apura el sorbo a un mate amargo en su taller de Chacabuco al 700, en el barrio 9 de Julio.
“Restaurando la magia de la música, una cuerda a la vez“ dice el slogan de la “Luthería Campana”, que empezó a nacer hace una década atrás, cuando Juan Ariel paró la pelota e intentó escucharse un poco. Así, en su tiempo libre, comenzó a realizar sus primeras tallas artísticas en madera. Pero no lo conformaban.
“En mi casa de San Javier siempre hubo música. Papá tocaba la guitarra y el acordeón… Yo también toco la guitarra y en eso de trabajar la madera, se me ocurrió construir una, pero no había mucha información disponible. Internet recién empezaba, y no recuerdo cómo me enteré que el renombrado músico y luthier español José María Gil Chueca había publicado un manual. Sin mucha fe, le escribí un e-mail y para mi sorpresa me contestó. Me dijo que al cambio de ese momento, el manual me iba a costar una pequeña fortuna y me lo quería regalar. Pero que enviármelo le iba costar un dinero a él también, así que me regalaba el PDF”.
Se entusiasmó. Pero si bien el manual de Gil Chueca era “muy completo en información, y generoso en fotografías y esquemas”, al entonces operario de la línea Premium de TenarisSiderca se le hacía muy complejo llevar a la práctica las indicaciones.
Fue entonces que una vez más Internet volvió a dar una nueva respuesta: viendo a un ignoto guitarrista por YouTube, tomó nota que al terminar su ejecución el músico agradecía al luthier Carlos García, de Maquinista Savio. “Imagináte: ¿Cuántas probabilidades existen de que un guitarrista agradezca a un luthier en su show y, además, que ese luthier viva relativamente cerca de tu casa?”
Era una señal. Corría el año 2012 y ahí fue. Se tomó 2 colectivos. “Pensé que Gral. Savio no debería ser muy grande, alguien lo tenía que conocer y lo iba a encontrar”. La relación con Carlos García (quien resultó miembro fundador de la Asociación Argentina de Luthería y acumulaba 6 décadas de oficio), podría y debería ser una nota aparte. “Carlos ya estaba grande, tenía cerca de 80 años, y no entendía qué hacía yo ahí…”
Luego de la primera resistencia, el viejo maestro bajó la guardia, escuchó, y aceptó recibirlo 1 hora, 1 vez por semana. “Al final terminamos siendo amigos… me quedaba a comer y todo. Pero las clases siempre fueron de sólo una hora”.

Juan Ariel también recibe y repara guitarras en desuso para luego regalarlas a escuelas públicas de Campana.
Así, 18 meses y una infinidad de colectivos después, acomodando horarios y francos merced a los turnos rotativos de la fábrica, Juan Ariel finalizó su propia guitarra de concierto, que toca sólo en ocasiones especiales. “Un verdadero luthier no puede no ser músico. Si no, en vez de instrumentos, simplemente estaría fabricando muebles”, sentencia levantando las cejas mientras se apura en aclarar que él, como guitarrista, “apenas se defiende”. No le creemos.
POR AMOR AL ARTE
“Deseo que este libro sirva para llenar un espacio de ocio a todas las personas que sienten y viven la artesanía como un arte”, dice el prólogo del manual de Gil Chueca, casi como dando permiso para salir a jugar. Y, al parecer, Juan Andrés va por ahí. “Esto es un pasatiempo, si no me lo tomo así, no me despeja, no sirve. Para dolores de cabeza, tengo mi trabajo en la planta”, dice el ahora Inspector de la Gerencia de Calidad de la fábrica de tubos de acero sin costura.
Entonces, si bien conoce los detalles de la rigurosidad del arte, Juan Ariel se atreve a experimentar con maderas que va “cirujeando” aquí o allá, o directamente consigue al reciclar pedazos de muebles descartados a los que les da una nueva vida: “Este mástil nació del respaldar de una cuna”, dice no sin orgullo con un instrumento en su mano.
Luego, busca entre los estantes y toma una sección de madera oscura, sin ninguna intervención. El objeto tiene apenas unos 60 centímetros de largo, otros 10 de ancho y 1 de grosor. Lo apoya sobre el banco de trabajo: “Esto es ébano. Así como la ves, esta tablita que no dice nada cuesta 45 mil pesos”, aclara, y comprendemos el valor que puede llegar alcanzar una guitarra de autor, con su tapa y espalda de vetas lineales y perfectas, y demás intervenciones que incluyen el ya milenario arte del lustrado a muñeca con goma laca, preparada para la ocasión.

Creativo. Tomó un udus hecho por ceramista campanense Laura Quiñones y le agregó 4 cuerdas. Suena increíble.
En todo caso, la rigurosidad académica por ahora está más bien reservada para las reparaciones y restauraciones: “Trato de respetar el instrumento original al máximo y reemplazar lo menos posible. Si no, la guitarra podrá volver a sonar, pero ya no será la que te regaló tu papá”.
Mientras recuerda que su primera “Guitarra de viaje” (más pequeña que las convencionales) se la compró Leo Ramos, señala que también va “creando” instrumentos de cuerda a partir de objetos: ahí está la taza cromada de un Rambler, transformada en la tapa de una “Guitar Box” eléctrica construida a pedido de Hernán, hijo mayor de Felisa Díaz; o un udus de cerámica (instrumento de percusión hecho por Laura Quiñones) al que le agregó un mástil, 4 cuerdas y amplificador: suena increíble.
Sobre el futuro de “Luthería Campana”, es obvio que no descarta dedicarse de lleno a su pasión una vez finalizado su paso laboral en TenarisSiderca, pero no es algo que lo inquiete demasiado. Por ahora, su proyecto más cercano es arrancar una nueva campaña para rescatar y reparar guitarras en desuso que piensa donar a la Escuela 4 de Río Luján: “El año pasado me dio una mano Hugo Correa y nos donaron 7 guitarras que reparé y llevamos a la Escuela 28 de Islas”, concluye con una orgullosa sonrisa.