Por Silvina Torviso

César González (ex Camilo Blajaquis) te noquea en el primer renglón. Dolorosamente hipnótico, “El niño resentido” es un texto que no se puede abandonar.

Habría mucho para analizar en esta historia autobiográfica narrada con fluidez, bien escrita aunque sin pretensiones de estilo. En estos tiempos de pavorosa exclusión se me impone esta reflexión: este libro nos enfrenta a que el arte, en su gran mayoría, expresa la voz de las capas medias de la sociedad.

Les artistas son mayoritariamente personas procedentes de las clases medias. He podido comprobar que, al menos en las artes visuales, muchos de los mejores posicionados en el campo, provienen de clases medias altas, con buenos vínculos y posibilidades de viajar, formarse en el exterior, asistir a los talleres más prestigiosos, etcétera.

Como sea, el arte construye sentido desde esa realidad de clase media, con sus problemáticas políticas, existenciales, sus propias neurosis. Estos discursos construyen sentidos de realidad y aroma de universalidad. Se hacen imprescindibles más autores como César González para presentar otros mundos y generar auctoritas en las clases populares silenciadas por las enormes carencias materiales y simbólicas.

Una autoridad que un villero no suele encontrar más que en la mirada piadosa del Dios evangelista o en el ejercicio de una furiosa venganza sobre la sociedad espantosamente injusta a la que la vida lo arrojó.

Fuerte, violento, oscuro e imprescindible. Lo recomiendo intensamente.

Género: Ficción contemporánea. Editorial: Reservoir Books. Páginas: 192.

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