Enzo abre su corazón y cuenta cómo era su hermano, el Capitán Fausto Gavazzi, quien cayera en Malvinas luego de dejar fuera de combate al HMS Glasgow. El hombre detrás del héroe.

Por Damián Mengual (*)

Su hermano menor, Enzo, vive en el piso construido sobre la casa que los vio crecer, a pasos de la Escuela Normal. “Pasá. Mirá: en esa cama se acostaba a mirar televisión cuando nos visitaba”, dice y le brillan los ojos. “Está todo igual. Podría alquilar la casa, ¿pero para qué?“.

Afloran los recortes periodísticos, las fotos, los recuerdos. La primera sorpresa es que los Gavazzi se enfrentaron dos veces a los ingleses. Guido José (padre de Fausto y Enzo) combatió fue veterano de la segunda guerra mundial: en el norte africano manejó un tanque Panzer al servicio del Mariscal Rommel, apodado el “Zorro del Desierto”.

Más sorprende aún es que, finalizado el conflicto, Guido decidió dejar Italia y viajar a la Argentina escapando de una (entonces perfectamente factible) tercera guerra mundial. Lo que no sabía entonces es que, como en la película “Un cuento Chino“, su primogénito no escaparía a ese destino y al mismo enemigo.

EL CAPO DEL BARRIO

Dicen que líder se nace, no se hace. Y por los dichos de su hermano, Fausto lo fue desde pequeño. “Era carismático por naturaleza. Toda la barra del barrio giraba a su alrededor. Hacía todo bien: bolitas, fútbol, bicicleta, natación… de chico fue siempre así. Mirá como será que hasta se lo disputaban para que empuje los carritos a rulemanes: si te empujaba Fausto, ganabas la carrera seguro“.

Enzo recuerda tardes y tardes felices con la barra de pibes. Y tiene que bucear en su memoria para encontrar alguna que otra macana: “No sé… tendríamos 13 ó 14 años y me dijo que me metiera adentro de la mezcladora. Yo, como lo seguía en todo, me metí. Y el tipo la encendió… empecé a girar ahí adentro, salí todo lastimado. Mi papá lo quería matar. Otra vez se había hecho la rata a Inglés, con la profesora Duff. Mi viejo no sé cómo se enteró y lo fue a buscar al puerto. Lo trajo a las patadas. Pero los dos nos recibimos. Mirá como será que, gracias a que sabía Inglés, participó activamente en la actualización de los A4B: vinieron los norteamericanos y le adaptaron asientos eyectores. También repotenciaron el motor. En todo eso anduvo también“.

Antes de terminar la secundaria en la Escuela Normal, donde recibió el emblemático “Bastón de Mando” al mejor compañero, Fausto ya tenía definido ingresar a la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. “No recuerdo bien cómo fue, qué le dio por eso. Pero hacía tiempo ya que entrenaba con la bicicleta. Y muchas veces se iba hasta el aeroclub de Zárate. Así se fue apasionando con los aviones. Mi vieja no quería saber nada que se fuera tan lejos y menos que fuera piloto militar. Pero ahí fue. No sin sacrificio. Hasta vendió su bicicleta para ayudar, y volvía a las reparaciones de Dalmine (hoy TenarisSiderca) para juntar unos pesos mientras se recibía”.

Ya piloto, volvía a Campana cuando podía, y varias veces anunciaba su llegada con un vuelo rasante sobre nuestra ciudad. “Cuando le tocaba ir al Palomar, se desviaba en Campana y le apuntaba al tanque de agua que está frente a la Escuela Normal. Ahí todo el barrio sabía que era Fausto y la casa era una fiesta. Incluso venían madres con sus hijas, lo querían enganchar. Imagináte en esos años: fachero, aviador… las chicas se le tiraban de palomita. Pero él no quería saber nada. Se hacía el tonto, se iba para el fondo, saltaba el tapial y se iba a hacer tiempo a lo de algún amigoPasan los años y todavía no me recupero. Yo no sé cómo explicarte quién era mi hermano. Una vuelta, éramos pibes, y me dijo: “La vida es como una flor delicada. Hoy viva flor, mañana marchita. ¿Cómo hacer para que la fragancia perdure?“.

EL ÚLTIMO VUELO

Estamos al límite de nuestras posibilidades (…) el 45 % de los destructores y fragatas están a capacidad cero (…) Todos están cayéndose a pedazos (…) Los pilotos argentinos son muy valientes: aparecen al ras del agua. Jamás nos imaginamos eso” (Parte del almirante John Foster, Royal Navy). El 12 de Mayo de 1982, dos escuadrillas de aviones SkyHawk A4B de la Fuerza Aérea Argentina, despegaron desde Río Gallegos con la misión de detener el constante bombardeo naval al que era sometido Puerto Darwin.

La misión, a la que también iban a integrarse una escuadrilla de aviones Mirage M-5 Dagger que por problemas técnicos tuvieron que regresar sin combatir, tenía dos objetivos: la Fragata “Brillant” y el Destructor “Glasgow”.

La primera escuadrilla de 4 aviones hace el primer intento de ataque. Dos son derribados, un tercer SkyHawk se estrella al intentar regresar, y sólo uno vuelve al continente. La segunda cuadrilla ataca con tres aviones al “Brillant”, mientras que Fausto busca hacer blanco en el “Glasgow”. Con gran pericia, su bomba no explota pero atraviesa la línea de flotación del Destructor inglés y lo deja fuera de combate.

Perseguido por fuego enemigo, Gavazzi atraviesa literalmente la línea de defensa antiaérea argentina apostada en las cercanías de Darwin, y es derribado por fuego propio, a muy baja altura. No tuvo siquiera la posibilidad de eyectarse.

Según los registros, sus últimas palabras a la torre de control mientras iba en busca de su objetivo fueron: “Antes caer que sufrir el deshonor. Sólo quiero encontrarme con el usurpador inglés y darle su merecido“.

El magistral piloto nacido y criado en Campana tenía 30 años cuando su avión cayó sobre Pradera del Ganzo.  Dejó una viuda y dos hijas, a la menor no llegó a conocerla.    

(*) Entrevista realizada en 2018 para La Auténtica Defensa

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