Por Silvina Torviso.
Otro libro de los que dejan huella y dan ganas de seguir al autor. En este caso, Federico Falco, para mí desconocido hasta que Estelita me pasó este ejemplar. “Los llanos” estuvo un tiempo estacionado en la mesita de luz: la tapa me resultaba árida, austera hasta el exceso. Más que en llanos pensaba en páramos: asociaba con aburrimiento, sopor, hastío.
Ahora, después de terminar el libro afirmo sin dudar que el diseño de tapa es excelente, ya que en parte este libro es eso, también: un gran vacío. Cómo ese gran hueco se transforma en algo atractivo, incluso hipnótico, es del rango de lo misterioso.
El personaje principal nos va informando las tribulaciones de la nueva empresa que acomete en la soledad de un campo: el cuidado de una huerta. Asistimos al registro exhaustivo de las actividades: preparar la tierra, plantar las semillas, hacer almácigos, trasplantar, combatir las hormigas, regar, proteger del furioso sol de enero, reparar de las heladas. También de cada brote, cada floración, cada verdura que no prospera, o que lo hace en forma exuberante, cada cambio que se opera en la huerta con el paso de las horas.
Ese trajinar solitario con la naturaleza, que en algunos momentos se presenta hostil y en otros pródiga, convive con un revisitar la propia historia. Recuerdos lejanos de la infancia y adolescencia en una población rural de Córdoba se solapan con los más cercanos, tan diferentes, de su vida adulta en la gran ciudad.
Fue hermoso leer “Los llanos”. Me vuelvo a preguntar por qué disfruté tanto de un libro que lleva una carga tan grande de amor por la naturaleza, como de angustia. Aparte de la calidad inmensa de la escritura de Falco, no descarto cierta identificación con el protagonista: aislamiento y dolor son experiencias que he tenido que pasar en este 2023 tan difícil para mí. El contacto amoroso con los ciclos naturales de una huerta o un jardín ayudan a transitar esos momentos y a encontrar un orden en el sinsentido que a veces es la vida.

“Los llanos” fue finalista del XXXVIII Premio Herralde de Novela, edición ganada por “Cien noches”, del español Luisgé Martín.