Es martes por la mañana en el CEC 801 del barrio San Felipe. Al bullicio del recreo de la vecina Primaria 21 se le suma de fondo la frase inicial del Himno a la Alegría, cuarto movimiento de la 9na. Sinfonía que Ludwig van Beethoven estrenó en Viena hace exactamente 200 años.

Nos asomamos al SUM de la calle Dorrego al 1300 y vemos a nuestro entrevistado, Adrián “Coco” González (37), parado frente a un puñado de niños que ejecutan instrumentos de cuerda, mientras leen las partituras y siguen atentamente sus ademanes. Dos nenitas, como de 8 ó 9 años, de pie, sostienen y hacen sonar sus contrabajos que casi las doblan en altura…
Adrián es el Director Musical de la Orquesta Escuela Campana, que funciona los martes y los jueves, de mañana y tarde, a contra turno de las actividades escolares. Son 9 profesores para unos 100 alumnos de 6 a 18 años, en su mayoría vecinos del propio barrio San Felipe. Pero la actividad está abierta a todos aquellos que quieran participar. Tanto es así, que incluso hay chicos que vienen desde Zárate para aprender a tocar el violín, la viola, el cello o el contrabajo. Por ejemplo, una ex integrante, Emilia Gómez, del barrio Lubo, se está por recibir de Profesora de Música en la (Escuela de Arte Eduardo) Carpani. Y Elena, su hermanita de 9 años, sigue sus pasos entrándole con solvencia al violín…

El Programa Provincial de Orquestas Escuela tiene como objetivo principal la promoción y el desarrollo social, cultural y educativo, utilizando la práctica musical en conjunto como medio de inserción. Replicando una exitosa experiencia de Chascomús, el programa fue creado en 2005 durante la gestión de Felipe Solá y ha sobrevivido como política de estado hasta la actualidad: sumando también a los coros, el programa alcanza a unos 13 mil niños y adolescentes de más de 100 localidades bonaerenses.
“No es casualidad que en Campana la sede esté en San Felipe. Cuando arrancamos, en 2010, era uno de los barrios vulnerables de la ciudad con la mayor tasa de mortandad infantil. Entiendo que ese indicador fue particularmente determinante para la elección del lugar”, dice González quien se sumó al proyecto en 2011: “En ese entonces el humor del barrio y la actitud de los chicos era distinta… nos miraban como sapos de otro pozo. Ya no es así, para nada. Nadie se sorprende si ve pasar caminando a un nene llevando en su espalda el estuche de un violín. Eso fue algo que se fue construyendo de a poco”.

Si bien la Orquesta Escuela Campana se referencia en instrumentos asociados más bien a la música clásica, el repertorio de las presentaciones es amplio y visita también el jazz, el blues, la cumbia o el rock. La inscripción está abierta todo el año y no hacen falta conocimientos ni contar con un instrumento para sumarse. “La dinámica no es de conservatorio, sino más bien lúdica y, sobre todo, de ejercicio afectivo, vincular: con el instrumento y con los compañeros. Los chicos no sólo aprenden a tocar un instrumento y a leer la partitura, sino también a escuchar al compañero y a seguir las indicaciones del director. Es decir, hay una serie de competencias que se van desarrollando en función de todo lo que conlleva la orquesta en sí misma”.
El sentido común indica que nunca es tarde para vincularse a un instrumento musical, pero más temprano se lo haga, mejor. Hablamos de ejercitar la creatividad, la disciplina, la memoria, e incluso la autoestima entre otras competencias cognitivas y emocionales funcionales a la salud en el más amplio sentido de la palabra. “Es sabido que tocar un instrumento activa varias áreas del cerebro, como las cortezas visual, auditiva y motriz. Esto puede mejorar la memoria a corto y largo plazo, la atención… Además, cuando el alumno llega a la escuela, sabe que hay reglas a seguir. No se trata de simplemente tocar, también hay que cuidar el instrumento, sostener la responsabilidad de venir a todas las clases y no sólo a las que a él le gusta… comprometerse con la orquesta y sus compañeros de fila: si vos no te sabés tu parte, los demás no pueden tocar… Y cuando esto no sucede, se aborda la cuestión de la mejor manera posible. Muchas veces eso aflora espontáneamente: son ellos mismos quienes te alertan de que algo no anda bien y damos aviso”, explica González.
Entra un profe al pequeño despacho y pregunta si hay toner como para imprimir “una parte” para un nene y el director dice que todavía sí. Entre varias fotos que se encuentran sobre un pizarrón de corcho, señala la foto de un nene, sentado con su violín bajo la pera, el arco sobre las cuerdas, y sonriendo a la cámara: “Ese es José. Llegó acá cuando era chiquito. El papá había fallecido, la mamá estaba presa y la abuela le pegaba… ¡alto violinista! Hace poco me lo crucé en la vereda. Tendrá 20 años y anda fenómeno, me saludó con mucho afecto… No voy a decir que ser parte de la Orquesta Escuela le cambió la vida, pero seguro que algo tuvimos que ver”.